“Yo soy yo y mis circunstancias”
José Ortega y Gasset
Es hoy norma generalizada, el encontrar en las publicaciones científicas la declaración del conflicto de intereses. A todos nos parece bastante lógico poner en cuarentena las conclusiones de un estudio científico sobre un fármaco que esté patrocinado de forma directa (se financia directamente la investigación) o indirecta (el investigador recibe financiación por parte del patrocinador, aunque dicha financiación no esté destinada directamente a la investigación en curso) por un laboratorio al que le interese vender el fármaco (llamemos a esto un conflicto de interés directo) o por otro al que le suponga una competencia para sus propios productos (llamemos a esto un conflicto de interés indirecto). Sin embargo, no termina de ser habitual el exponer detalladamente todo aquello que pudiera ser considerado un conflicto de intereses en este campo. Al hacer una declaración de intereses, se exponen generalmente los conflictos de interés directos, cuando se ha recibido una financiación directa, siendo mucho más infrecuente el declarar otros tipos de conflictos.
Pero no es de conflictos de intereses de lo que quiero escribir, sino de los conflictos de circunstancias. Estos son mucho más ocultos y tal vez más trascendentales en algunas ocasiones. No dejan de ser conflictos en los que al final se pone en juego unas rentas que pueden no ser dinerarias, aunque de una u otra forma pueden traducirse en un beneficio económico: prestigio que se traduce en más clientes en una consulta privada, en contratos como conferenciante, en mayores ventas para un libro, y por qué no, en mayor número de visitas en un blog que se traducen en mayores ingresos publicitarios.
Pero expliquemos lo que quiero decir. Existe un conflicto de circunstancias cuando las circunstancias personales (lugar donde se trabaja, cupo con el que se trabaja, número de pacientes que se atienden, ayuda de otros profesionales, actividad privada, especialidad que ejerce o que posee y potencialmente pudiese ejercer, circunstancias familiares, tendencias políticas o creencias religiosas) pudieran influir en las conclusiones de un estudio o en las declaraciones que se hacen públicamente o en lo que se escribe en una editorial de una revista científica. Por supuesto, hay conflictos de circunstancias que gozan de protección legal y no tienen que ser declarados (tendencias políticas o creencias religiosas), aunque se echen de menos.
Pongamos algunos ejemplos:
¿Podría estar influido un estudio sobre la conveniencia de circuncisión a todos los recién nacidos, por la religión que profesen los investigadores?
¿Podría estar influido un estudio que comparen sistemas sanitarios públicos y privados por las tendencias políticas de los autores?
¿Podría estar influido un estudio sobre el profesional idóneo para atender una patología, circunstancia fisiológica (embarazo) o una etapa vital (infancia, adolescencia, senectud), por la especialidad que se ejerce o se posee?
¿Podría estar influido un estudio sobre factores de riesgo que precisarán valoración por un médico, por el hecho de que los investigadores tuviesen ejercicio público o privado?
¿Podría estar influida una opinión en una editorial por el hecho de trabajar en atención primaria, secundaria o terciaria?
¿Importaría conocer el número de pacientes que atiende a diario? ¿Si dispone de enfermera? ¿Si tiene una reducción de jornada por liberación sindical o por asunción de otras tareas distintas a las directamente asistenciales? ¿Si dispone de un servicio de urgencia que atienda a todos los pacientes no citados? ¿Si realiza guardias?
Dicho o preguntado de otro modo:
¿Debemos tener en cuenta las conclusiones de un grupo de cardiólogos con ejercicio privado sobre la conveniencia de evaluación cardiológica especializada de todos los pacientes con TDAH antes de iniciar tratamiento farmacológico? ¿y si a la hora de firmar o declarar el conflicto de intereses sólo ponen que no reciben ningún tipo de ayuda de ningún laboratorio farmacológico?
¿Debemos escuchar a quien no trabaja en atención primaria sobre la mejor forma de organizar la atención pediátrica? ¿y si al firmar lo hace como pediatra de atención primaria aunque se encuentre en una dirección de zona básica sin carga asistencial?
¿Debemos escuchar al Ginecólogo con consulta privada que defiende la necesidad de visitas mensuales con ecografía incluida durante un embarazo normal? ¿Y si se trata de un pediatra con consulta privada que desea alargar la edad pediátrica hasta los 21 años? ¿Debemos escuchar a un liberado sindical con gabinete radiológico privado sobre las indicaciones de la radiología de tórax en atención primaria? ¿y si ninguno declara estas circunstancias?
Digamos, que yo soy bastante curioso y me gustaría conocer más a menudo las circunstancias que rodean a las personas que abogan por determinado modelo asistencial, por la atención a determinado tramo de edad, por determinada técnica diagnóstica, por determinada técnica terapéutica y, desgraciadamente, tengo una extrema tendencia a pensar mal, tal vez, porque se mezclan en mí tendencias suicidas (pensar es un acto cuasi autolítico –parafraseando a Cioran, “todo pensamiento, es un pensamiento de más”* o más coloquialmente "pensar es perder"-) y perfeccionistas (no me gusta equivocarme y ello me obliga a pensar mal -"piensa mal y acertarás" dice el refranero español-).
Ojalá todo el que concluye u opina algo que implica más a los demás que a él mismo, fuese consciente de todos los malos pensamientos que innecesariamente provoca...
Y ahora, es cuando debo aclarar mis conflictos de intereses y mis circunstancias: yo, soy...
Yo soy un provocador.
*“Toda palabra, es una palabra de más”
EM Cioran
3 comentarios:
Una excelente reflexión, para evidenciar que no es dinero todo lo que puede distorsionar la objetividad e independencia sino otros muchos factores ideológicos , profesionales, étnicos, religiosos, biográficos,...
No hay nadie independiente realmente. Lo único aceptable es que cada uno confiese sus propios sesgos y circunstancias. Si es capaz de conocerlas y de hacerlo.
Buena la referencia literaria también.
Twitteo el artículo (http://twitter.com/AISSMa/status/24420683507).
Saludos,
Pepe Morán.
Interesante y oportuna reflexión, en donde es necesario un cierto grado de provocación, sin duda. Llevo mucho tiempo dando vueltas a este tema y tengo una entrada prevista para nuestro blog. Enlararemos en ese momento tu entrada, pues no tiene desperdicio.
Un saludo,
Javier
Muy bueno, Rafael. Estaba yo pensando lo mismo mirandome un estudio de la IARC sobre la influencia de las ondas electromagneticas sobre los tumores cerebrales.
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